«Si quisiéramos obtener la certeza sin dudas y la verdad sin errores, habríamos de basar nuestro conocimiento en las matemáticas». Francis Bacon
Inspirándome en Machado diré que adoro la enseñanza y que en la moderna didáctica de las ciencias enseñé a contar los viejos guisantes del huerto de Gregor Mendel. Pero, tras eones dando clases, desdeño las romanzas de los pedagogos huecos y el coro de proyectos dermoestéticos que miran a la luna educativa, entre los que destaca el nuevo english trinar.
No quería jubilarme y sin embargo, tengo 332000 razones para hacerlo. Es el producto de tres números: 40x100x83. Cuarenta son los años que llevo en este maravilloso y a veces poco reconocido oficio, 13 como profesor de EGB y 27 en Secundaria. Son una losa, pero habría podido levantarla. Cien es el porcentaje de temor a no estar a la altura debido a los achaques, como me sucedió el curso pasado. Podría haber reducido esta cifra a un número mucho menor mediante algún tipo de terapia psicológica o filosófica. Y en eso estaba cuando en una conversación estival con la Dirección emergió de repente la tercera cifra como un veto: 83, el porcentaje de horas de biología y geología, mi especialidad, que no puedo elegir o impartir en mi centro. Un efecto postrero de la caída, hace unos cinco años, de un meteorito con forma de jarrón chino procedente del cometa Albión. Si cualquiera de estas cifras hubiese sido 0, no hubiese tenido razones numéricas para jubilarme. Y si lo hubiese hecho con la tercera anulada, entonces hubiese sido una jubilación aceptada y digna. Pero no ha sido así: me sustituye un profesor/a "bilingüe", lo que me convierte en una especie de sheriff Woody: un docente "amortizado".
Pero, aunque sea una jubilación temerosa y frustrante, creo que es un buen momento para recordar a los profesores/as que configuraron los diferentes departamentos de ese instituto que nació cuando yo entré, en 1998, a partir de las antiguas escuelas colorás. Todos ellos han dejado su impronta inconfundible, más allá de su profesionalidad y dedicación al alumnado y a sus familias.
Desde los maestros/as, como Ana Ariza y Santiago, de Matemáticas y Ciencias; Mª Eugenia, de Lengua; Araceli, de Inglés; Pilar, de Pedagogía Terapéutica y Joaquín, de Sociales; hasta la primera generación de profesores/as definitivos de secundaria, como Rafael Carmona, de E. Física; Mari Ángeles, orientadora; Rosa Pros, de Geografía e Historia y Antonio Luis Cosano, que aún permanece fiel al centro, como profesor de plástica y artista multifacético. A los dos últimos, junto con Araceli, les agradezco su colaboración como miembros de mi primer equipo directivo.
Luego se incorporaron decenas de docentes, completando los diferentes equipos y departamentos: Antonio Luis García-Atance, emérito incombustible y artista; Puri y Miguel, directores innovadores y comprometidos; Francisco Ángel y Javier, Jefe de Estudios y Secretario, respectivamente, durante mi segundo mandato (2005-2006), así como Paco Montero, Fuensanta, Pilar, Marisa, Julio, Lola, Carlos, Marina, Martín García (compañero en la extinta EGB), Pedro, Carmen Menchén, Francisco, Beatriz, Laureano y muchos más, definitivos, provisionales, interinos, en prácticas o en comisión de servicio. Y por supuesto, la plantilla actual, con Isabel, compañera de jubilación, quien asumió la Jefatura de Estudios en 2006, en momentos difíciles, cuando nadie quería hacerlo, ayudando a Miguel en su labor directiva durante seis años; María, maestra y trabajadora infatigable; Juan Molero, de quien he aprendido tanto sobre nuevas tecnologías; Ángela, que ha sabido estrujar el presupuesto cuando las ciencias lo han necesitado; mi admirado y leído Fernando; Mª Elena, con quien he compartido estos últimos años de trabajo en el laboratorio y en el departamento; Carmen Yuste, Jefa de Estudios, promotora de la mejora de la convivencia en el centro con actividades innovadoras y, por último Jerónimo, Rocío, Esther, Amelia, José, Carmen Hidalgo, Rafael, María Eugenia, Pepa y los definitivos del curso 18-19, Mónica, Lola y Juana, con quien solo he podido compartir la ilusión por mantener el centro en el lugar que le corresponde. Sin olvidar al personal no docente de cursos anteriores, como Paco, Pepe, Mª José y María y a los que trabajan en la actualidad, como María, Juan, Paqui y el conjunto de limpiadoras, que han demostrado y desmuestran día a día ser esenciales en el funcionamiento de los centros.
Hace 21 años entré con un maletín repleto de ilusiones, anhelando un cambio en las enseñanzas científicas mediante la incorporación de las nuevas metodologías basadas en el aprendizaje significativo y en la actividad de alumnado. Luego vino la Dirección durante tres cursos, la elaboración de documentos para sumergirnos en la LOGSE, en la LOE y en la LOMCE, la digitalización del centro, la construcción de su web y de su bitácora y de los diferentes blogs, los Paseos por la Ciencia, las competencias, las actividades extraescolares y complementarias, etc.
Hoy abandono el instituto con una mochila gris que transporta sentimientos enfrentados. Por una parte desencanto, al contemplar, en primer lugar, la pérdida total de horas de laboratorio, tras haber disfrutado de talleres en 1º y 3º, métodos de las ciencias en 2º y proyectos integrados en 4º y en segundo lugar, el sometimiento de todas las áreas de ciencias que se imparten en IES Miguel Crespo a una suerte de parasitismo sin sentido. Por la otra, siento también decepción y, aunque suene duro decirlo, resentimiento, al comprobar que, veintiún años después de abrir el maletín de ilusiones padagógicas, la Consejería de Educación me impide enseñar la biología y geología con la que obtuve destino definitivo en este instituto. Sentimientos negativos que, afortunadamente, se sitúan en un plano inferior al de esas emociones más gratificantes que me llevo a mi retiro y que engloban los afectos generados en la comunidad educativa y la satisfacción por el deber cumplido, incluyendo la generalización de las prácticas en mis asignaturas, la introducción de la evaluación por competencias, la organización del laboratorio y del departamento de ciencias naturales y, por supuesto, las aportaciones críticas a las enseñanzas científicas en Andalucía y a los cambios organizativos que surgieron tras la inoculación del bilingüismo en nuestra comunidad autónoma.
El tiempo se acabó, como dice la letra traducida del tema Time, de Pink Floyd. La canción, la mía, se ha terminado. Pensaba que tendría algo más que decir (y que hacer por la enseñanza de las ciencias)…
No quería jubilarme y sin embargo, tengo 332000 razones para hacerlo. Es el producto de tres números: 40x100x83. Cuarenta son los años que llevo en este maravilloso y a veces poco reconocido oficio, 13 como profesor de EGB y 27 en Secundaria. Son una losa, pero habría podido levantarla. Cien es el porcentaje de temor a no estar a la altura debido a los achaques, como me sucedió el curso pasado. Podría haber reducido esta cifra a un número mucho menor mediante algún tipo de terapia psicológica o filosófica. Y en eso estaba cuando en una conversación estival con la Dirección emergió de repente la tercera cifra como un veto: 83, el porcentaje de horas de biología y geología, mi especialidad, que no puedo elegir o impartir en mi centro. Un efecto postrero de la caída, hace unos cinco años, de un meteorito con forma de jarrón chino procedente del cometa Albión. Si cualquiera de estas cifras hubiese sido 0, no hubiese tenido razones numéricas para jubilarme. Y si lo hubiese hecho con la tercera anulada, entonces hubiese sido una jubilación aceptada y digna. Pero no ha sido así: me sustituye un profesor/a "bilingüe", lo que me convierte en una especie de sheriff Woody: un docente "amortizado".
Pero, aunque sea una jubilación temerosa y frustrante, creo que es un buen momento para recordar a los profesores/as que configuraron los diferentes departamentos de ese instituto que nació cuando yo entré, en 1998, a partir de las antiguas escuelas colorás. Todos ellos han dejado su impronta inconfundible, más allá de su profesionalidad y dedicación al alumnado y a sus familias.
Desde los maestros/as, como Ana Ariza y Santiago, de Matemáticas y Ciencias; Mª Eugenia, de Lengua; Araceli, de Inglés; Pilar, de Pedagogía Terapéutica y Joaquín, de Sociales; hasta la primera generación de profesores/as definitivos de secundaria, como Rafael Carmona, de E. Física; Mari Ángeles, orientadora; Rosa Pros, de Geografía e Historia y Antonio Luis Cosano, que aún permanece fiel al centro, como profesor de plástica y artista multifacético. A los dos últimos, junto con Araceli, les agradezco su colaboración como miembros de mi primer equipo directivo.
Luego se incorporaron decenas de docentes, completando los diferentes equipos y departamentos: Antonio Luis García-Atance, emérito incombustible y artista; Puri y Miguel, directores innovadores y comprometidos; Francisco Ángel y Javier, Jefe de Estudios y Secretario, respectivamente, durante mi segundo mandato (2005-2006), así como Paco Montero, Fuensanta, Pilar, Marisa, Julio, Lola, Carlos, Marina, Martín García (compañero en la extinta EGB), Pedro, Carmen Menchén, Francisco, Beatriz, Laureano y muchos más, definitivos, provisionales, interinos, en prácticas o en comisión de servicio. Y por supuesto, la plantilla actual, con Isabel, compañera de jubilación, quien asumió la Jefatura de Estudios en 2006, en momentos difíciles, cuando nadie quería hacerlo, ayudando a Miguel en su labor directiva durante seis años; María, maestra y trabajadora infatigable; Juan Molero, de quien he aprendido tanto sobre nuevas tecnologías; Ángela, que ha sabido estrujar el presupuesto cuando las ciencias lo han necesitado; mi admirado y leído Fernando; Mª Elena, con quien he compartido estos últimos años de trabajo en el laboratorio y en el departamento; Carmen Yuste, Jefa de Estudios, promotora de la mejora de la convivencia en el centro con actividades innovadoras y, por último Jerónimo, Rocío, Esther, Amelia, José, Carmen Hidalgo, Rafael, María Eugenia, Pepa y los definitivos del curso 18-19, Mónica, Lola y Juana, con quien solo he podido compartir la ilusión por mantener el centro en el lugar que le corresponde. Sin olvidar al personal no docente de cursos anteriores, como Paco, Pepe, Mª José y María y a los que trabajan en la actualidad, como María, Juan, Paqui y el conjunto de limpiadoras, que han demostrado y desmuestran día a día ser esenciales en el funcionamiento de los centros.
Hace 21 años entré con un maletín repleto de ilusiones, anhelando un cambio en las enseñanzas científicas mediante la incorporación de las nuevas metodologías basadas en el aprendizaje significativo y en la actividad de alumnado. Luego vino la Dirección durante tres cursos, la elaboración de documentos para sumergirnos en la LOGSE, en la LOE y en la LOMCE, la digitalización del centro, la construcción de su web y de su bitácora y de los diferentes blogs, los Paseos por la Ciencia, las competencias, las actividades extraescolares y complementarias, etc.
Hoy abandono el instituto con una mochila gris que transporta sentimientos enfrentados. Por una parte desencanto, al contemplar, en primer lugar, la pérdida total de horas de laboratorio, tras haber disfrutado de talleres en 1º y 3º, métodos de las ciencias en 2º y proyectos integrados en 4º y en segundo lugar, el sometimiento de todas las áreas de ciencias que se imparten en IES Miguel Crespo a una suerte de parasitismo sin sentido. Por la otra, siento también decepción y, aunque suene duro decirlo, resentimiento, al comprobar que, veintiún años después de abrir el maletín de ilusiones padagógicas, la Consejería de Educación me impide enseñar la biología y geología con la que obtuve destino definitivo en este instituto. Sentimientos negativos que, afortunadamente, se sitúan en un plano inferior al de esas emociones más gratificantes que me llevo a mi retiro y que engloban los afectos generados en la comunidad educativa y la satisfacción por el deber cumplido, incluyendo la generalización de las prácticas en mis asignaturas, la introducción de la evaluación por competencias, la organización del laboratorio y del departamento de ciencias naturales y, por supuesto, las aportaciones críticas a las enseñanzas científicas en Andalucía y a los cambios organizativos que surgieron tras la inoculación del bilingüismo en nuestra comunidad autónoma.
El tiempo se acabó, como dice la letra traducida del tema Time, de Pink Floyd. La canción, la mía, se ha terminado. Pensaba que tendría algo más que decir (y que hacer por la enseñanza de las ciencias)…
Septiembre 2019