domingo, 16 de octubre de 2011

El hombre biónico está lejos

Alba N. C. recibió en 2006 el trasplante de los dos brazos en el Hospital La Fe de Valencia.

El hombre biónico tendrá que esperar. Cuando todo parecía predestinado a que las máquinas fueran el sustituto natural de los órganos o extremidades perdidas, nuevos avances en las técnicas de conexión de nervios y capilares dan un nuevo impulso a los trasplantes. Complementarias o competidoras, el futuro no será tanto del hombre-máquina como del hombre-puzzle.

En 2001, Jesse Sullivan se convirtió en el primer amputado capaz de manejar un brazo mecánico con el impulso de su mente. Sullivan fue el primer paciente en someterse a una técnica experimental que remite directamente a esa idea tan exprimida por los relatos de ciencia ficción de la fusión entre el hombre y la máquina. Sus nervios se conectaron a unos electrodos que controlan los movimientos de una sofisticada (y aparatosa) prótesis. Gracias a ella, piensa en una acción y su nuevo brazo, mano y dedos la ejecutan, ya sea coger un vaso o abrir una puerta. Existe una continuidad entre las conexiones nerviosas y unos sensores que se dirigen a unos microprocesadores que traducen al brazo las señales que ordena el cerebro. El brazo se ha convertido en una extensión de su cuerpo, lo que le convirtió en el primer hombre biónico del mundo.



 

Esta técnica representa toda una revolución frente a las limitaciones de las prótesis actuales que ofrece el mercado. Pero, ¿tanto para suponer el fin de los trasplantes de brazo, la otra gran opción que la ciencia ofrece a los pacientes amputados? Los especialistas no lo tienen tan claro. Pese a ser muy prometedora, esta tecnología, denominada de reinervación muscular selectiva, presenta limitaciones en función de las características del paciente y está aún lejos de llegar a los estantes de las tiendas de ortopedia.

¿Qué le puede aportar a un paciente un doble trasplante que no ofrezcan las prótesis? Por un lado, y a medio plazo, recuperar una mayor movilidad, especialmente, la referida a la mano y dedos, aunque sea limitada.

Pero, además, hay otro aspecto al que los pacientes otorgan una gran importancia: el deseo de recuperar una figura humana completa. Volver a tener unos brazos parecidos a los que se perdieron (al buscar donante se tienen en cuenta condiciones como el sexo, unas proporciones y un tono de piel similares al receptor) representa un importante aliciente psicológico.

Sin embargo, existen también importantes inconvenientes. En primer lugar, están los riesgos que implica toda intervención quirúrgica. Y un trasplante de este tipo no es cualquier operación. Suelen ser cirugías largas y muy laboriosas que consisten en conectar venas, arterias, nervios, músculos, piel y huesos, lo que puede durar más de 11 horas.

Además, los pacientes deben estar dispuestos a asumir la "titánica" tarea, como la define el Dr. Matesanz, de someterse a una larga y exigente rehabilitación para recuperar la mayor movilidad posible. El proceso es lento porque los nervios del paciente deben de extenderse a lo largo del nuevo miembro hasta establecer nuevas conexiones con los músculos y el ritmo de crecimiento ronda el milímetro por día. Este proceso de recuperación varía en función de los pacientes.

A la intervención y la rehabilitación se suma otro inconveniente: la medicación inmunosupresora. Como sucede con cualquier otro trasplante, el cuerpo reacciona rechazando todo elemento extraño. Para evitar esta circunstancia, se administra al paciente un tratamiento que debilita sus defensas. Lo habitual es que se administren primero dosis elevadas para, progresivamente, ir rebajando la medicación hasta alcanzar un punto de equilibrio que mantenga a raya el rechazo. Peso estas sustancias, que el paciente deberá tomar toda su vida, son tóxicas y producen importantes efectos secundarios. Hay especialistas que consideran que aún hay margen en la mejora de la compatibilidad de tejidos y numerosos ensayos trabajan en esta dirección.

Hasta que esto llegue (si algún día se consigue) la otra gran esperanza está en la reinervación muscular, desarrollada por Todd A. Kuiken y su equipo del Instituto de Rehabilitación de Chicago.
En esencia, la técnica consiste en transferir al pecho los nervios residuales del muñón que controlaban el brazo, donde se unen a grupos musculares pectorales. Estos músculos sirven de amplificador biológico de los nervios resituados y van conectados a unos sensores que recogen la señal eléctrica. La función de estos sensores consiste en transmitir la señal producida por los músculos pectorales y dirigirla a un microprocesador, que, a su vez, la convierte en una orden que ejecuta el brazo biónico. Un ejemplo. El nervio mediano es el que da la orden de cerrar la mano. Si se transfiere al músculo pectoral, cuando el paciente piensa en cerrar la mano, se contrae la zona muscular del pectoral reinervada por el nervio mediano. Un dispositivo conectado para captar la señal eléctrica muscular la recoge y activa el motor de cierre de mano de la prótesis.

Por ello, en personas que han perdido los dos brazos, y hasta que se perfeccione la prótesis biónica, el trasplante puede ser una opción para aquellos dispuestos a asumir los inconvenientes que lleva aparejados.

¿Y las piernas? Aquí el debate está algo más claro. Su función principal es la sustentación, y las prótesis la cubren bastante bien. Incluso cuando se trata de hacer deporte, como demuestran las extremidades de fibra de carbono del atleta surafricano Oscar Pistorius.




Fuente: elpais.com y youtube

IMPLANTES EN EL ARTE
Milagro de San Cosme y San Damiá, de Pedro Berruguete (1450-1504)
Pedro Berruguete, nativo de Palencia e introductor del estilo renacentista italiano en España, desarrolló su propio lenguaje pictórico con fuerte influencia del Gótico y es el autor de esta obra que se expone en la Real Colegiata de Covarrubias, en Burgos.
Se ilustra la historia atribuida a los hermanos gemelos de origen sirio, San Cosme y San Damián, médicos anargiros (no cobraban por sus servicios) que amputaron la pierna gangrenosa del diácono Justiniano, sacristán de la basílica de Roma, sustituyéndola por la de un gladiador etíope de raza negra muerto en la víspera.
Los santos, que vivieron en el siglo IV d.C, fueron muertos junto a sus tres hermanos, por orden de Lisias, gobernador de la Silicia, en la campaña de exterminio de los cristianos des-encadenada por el Emperador Diocleciano.




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